
Alemania acude a las urnas el domingo, y las apuestas no podrían ser más altas. La mayor economía de Europa está estancada, luchando contra un crecimiento débil, altos costes energéticos y una pérdida de dominio industrial.
La coalición “semáforo” de los socialdemócratas (SPD), los Verdes y los liberales (FDP) se derrumbó el año pasado, dejando a los votantes la decisión de quién tendrá la próxima oportunidad de revertir la decadencia.
Las encuestas sugieren que la conservadora CDU, liderada por Friedrich Merz, tomará la delantera. Pero el auge de la ultraderechista AfD, amplificado por el apoyo vocal de Elon Musk, preocupa a los votantes.
Quienquiera que gane heredará una economía que ya no es la potencia que alguna vez fue, y le corresponderá resucitarla. Pero hasta ahora, las cosas no pintan muy bien para Alemania.
El estado de la economía alemana
La recuperación postpandémica de Alemania nunca llegó a producirse. Desde 2023, la economía se ha contraído dos veces consecutivas.
Esa es la primera contracción consecutiva desde principios de la década de 2000. El Fondo Monetario Internacional prevé un crecimiento de solo el 0,3% este año.
Para una economía que alguna vez marcó el ritmo de Europa, eso es una clara señal de que algo está roto.
Los precios de la energía son el problema más evidente. Después de que Rusia cortara el suministro de gas en 2022, Alemania recurrió al gas natural licuado (GNL) de EE. UU. y Qatar.
Funcionó, pero a un coste. Los fabricantes alemanes ahora pagan el doble por la energía que sus competidores estadounidenses.
Industrias como la siderúrgica, la química y la del vidrio están reduciendo la producción o trasladándose al extranjero. Porsche acaba de anunciar 1.900 despidos, y las fábricas más pequeñas están cerrando silenciosamente.
Pero la energía por sí sola no explica la crisis. El pilar industrial de Alemania, la maquinaria, los automóviles y los productos químicos, se enfrentan a una competencia más dura que nunca, especialmente de China.
China, que antes era un cliente fiable, ahora fabrica sus propios productos de alta tecnología, desde vehículos eléctricos (VE) hasta equipos industriales. Las exportaciones alemanas están disminuyendo y la antigua ventaja del “Made in Germany” se está desvaneciendo.
¿Podrá el próximo gobierno revertir la situación?
Quienquiera que gane el domingo se enfrentará a decisiones difíciles. La CDU, con una intención de voto de alrededor del 30%, promete recortes fiscales, desregulación y una expansión energética más rápida.
Merz habla de “desatar la economía” reduciendo la burocracia y facilitando la construcción de fábricas y líneas eléctricas.
Es una estrategia conocida, pero no está claro cómo abordará problemas más profundos como la escasez de mano de obra y la infraestructura digital.
El SPD y los Verdes, con un 16-17% y un 12-14% respectivamente, abogan por una mayor inversión pública.
Quieren expandir las energías renovables, mejorar las redes ferroviarias e impulsar el cuidado infantil para incorporar a más mujeres al mercado laboral.
Pero el “freno de la deuda” alemán, una norma constitucional que limita el endeudamiento público, restringe la cantidad que pueden gastar.
La última coalición se desmoronó discutiendo si se debía flexibilizar esta norma. Merz ya ha dicho que no cederá.
Mientras tanto, la AfD, cuya popularidad está en aumento, con una intención de voto de alrededor del 20%, ofrece una visión económica nacionalista: poner fin a la transición verde de Alemania, reducir los costes energéticos mediante la reactivación del carbón y la energía nuclear, y frenar la inmigración.
Su mensaje resuena en las regiones industriales en dificultades. Sin embargo, los economistas advierten que sus políticas podrían aislar a Alemania de los mercados de la UE y del comercio mundial, las mismas líneas de vida que mantienen a flote su economía.

Todos los partidos mayoritarios, incluidos la CDU, el SPD y los Verdes, han descartado categóricamente cualquier colaboración con la AfD en una coalición.
Este aislamiento político significa que incluso una buena actuación de la AfD difícilmente se traducirá en poder real.
Al menos por ahora. Si el próximo gobierno no logra un cambio significativo, quién sabe cómo reaccionará la opinión pública dentro de cuatro años.
¿Está Elon Musk realmente influyendo en las elecciones alemanas?
El repentino apoyo de Elon Musk a la AfD ha inyectado una volatilidad inesperada.
Todo comenzó con su interacción con Naomi Seibt, una influencer alemana conocida como la “anti-Greta Thunberg”.
Musk pronto comenzó a elogiar a la AfD, calificándola como el único partido que “puede salvar a Alemania”.
Incluso entrevistó a la líder de AfD, Alice Weidel, en X y apareció virtualmente en un mitin de AfD.
Este respaldo es importante porque ha amplificado el mensaje de la AfD mucho más allá de las fronteras de Alemania.
Las publicaciones y retuits de Musk han impulsado el número de seguidores de Weidel en X a más de 985.000, superando con creces a sus rivales políticos.
Pero si bien la presencia en línea de la AfD ha explotado, no está tan claro si esto se traducirá en más votos.
Los medios de comunicación alemanes tradicionales siguen siendo escépticos con respecto a Musk, y muchos votantes consideran sus comentarios una injerencia más que una aportación.
Trump complica aún más las cosas para Alemania.
Así como Alemania lucha con sus propios problemas internos, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha reavivado los temores comerciales.
Ya ha anunciado aranceles del 25% sobre el acero, el aluminio, los automóviles y los semiconductores, todos ellos exportaciones alemanas clave.
Estados Unidos es el mayor mercado de exportación individual de Alemania, representando el 10% de sus exportaciones totales.
Si aumentan los aranceles, los fabricantes de automóviles alemanes, que ya están perdiendo cuota de mercado frente a Tesla y marcas chinas como BYD, sufrirán aún más.
Los fabricantes de automóviles alemanes, incluidos Volkswagen y BMW, ya producen coches en México para eludir los aranceles. Pero Trump también ha impuesto aranceles a las importaciones mexicanas.
El banco central alemán advierte que si los aranceles universales aumentan al 10%, el PIB alemán podría contraerse aún más, profundizando la recesión actual.
La incómoda verdad
Ningún partido obtendrá la mayoría absoluta. La CDU probablemente liderará las conversaciones de coalición, probablemente con el SPD o los Verdes.
Merz ha prometido formar gobierno para Pascua, pero si las negociaciones se prolongan, como suele ocurrir, Alemania podría enfrentarse a meses de bloqueo político.
Pero formar gobierno es solo el comienzo. Sin una acción decisiva sobre los costes energéticos, la escasez de mano de obra y la competitividad industrial, la economía alemana corre el riesgo de pasar del estancamiento a un declive a largo plazo.
El debate político ha evitado en gran medida las preguntas difíciles sobre cómo financiar las mejoras de infraestructura, atraer inmigrantes cualificados o acelerar la innovación industrial.
He aquí la incómoda verdad: ningún partido tiene un plan totalmente creíble para arreglar la economía alemana.
La CDU promete desregulación sin abordar los precios de la energía.
El SPD y los Verdes impulsan la inversión sin explicar cómo eludir el freno de la deuda.
La AfD culpa a los migrantes, ignorando el envejecimiento de la población activa alemana y la disminución de la competitividad industrial.
Si el próximo gobierno continúa parcheando problemas en lugar de abordar las causas de raíz, la deriva económica de Alemania continuará, independientemente de quién ocupe la cancillería.
Para los votantes, la elección del domingo se centra menos en la ideología y más en quién está mejor preparado para afrontar la realidad. Hasta ahora, nadie ha presentado ese argumento de manera convincente.
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