
A veces la historia se escribe por accidente.
Europa finalmente está empezando a despertar, pero no por voluntad propia.
Es porque Estados Unidos, bajo el segundo mandato de Trump, lo está obligando a hacerlo.
El catalizador fue un error de seguridad nacional que parecía una sátira política: el equipo de defensa de Donald Trump añadió accidentalmente al editor de The Atlantic a un chat privado de Signal.
Esta conversación no solo reveló planes militares, sino también cómo hablan los altos funcionarios estadounidenses sobre Europa.
Esa filtración dejó algo claro: Estados Unidos ya no considera a Europa un socio estratégico. La ve como una responsabilidad.
Ahora, lo que queda por averiguar es si Europa finalmente hará algo al respecto.
¿Se está derrumbando la presunción de seguridad transatlántica?
Durante décadas,el modelo económico europeo se sustentó en el aprovechamiento gratuito de las garantías de seguridad estadounidenses.
La verdad es que la OTAN ha permitido a los gobiernos europeos invertir menos en defensa, centrándose en la construcción de estados del bienestar, el desarrollo de su mercado único y el liderazgo regulatorio en áreas como el clima y los datos.
Ese acuerdo ya no está vigente.
La administración Trump ha dejado claro que los compromisos de seguridad de EE. UU. ya no son automáticos.
En Múnich, Vance criticó abiertamente los valores europeos.
Las conversaciones filtradas recientemente revelaron que el círculo íntimo de Trump ha pedido una compensación financiera a Europa a cambio de una acción militar estadounidense.
El propio Trump ha planteado la idea de retirarse del máximo cargo militar de la OTAN, el Comandante Supremo Aliado en Europa.
Estados Unidos ocupa este puesto desde 1951.
El E5 y una nueva arquitectura de seguridad
Con la retirada de Estados Unidos, una nueva configuración está empezando a tomar forma dentro de Europa.
El grupo informal está compuesto por 5 países, que ahora se denominan E5.
Estos son Francia, Alemania, el Reino Unido, Polonia e Italia.
No es una institución oficial. No hay tratado ni secretaría. Pero es donde se está produciendo la coordinación.
Estas cinco naciones reúnen la mayor parte del poder económico, la fuerza militar y el peso político de Europa.
Francia y el Reino Unido son potencias nucleares y miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.
Alemania acaba de levantar sus límites constitucionales de deuda para aprobar un paquete de 500.000 millones de euros para defensa e infraestructuras.
Polonia ya es el país de la OTAN que más gasta en relación con su PIB y está en camino de tener el ejército más grande de Europa.
El objetivo es presentar un plan gradual para una asunción europea de responsabilidades clave de la OTAN antes de la cumbre de junio.
Los informes sugieren que este plan podría incluso incluir un sucesor europeo para el puesto de Comandante Supremo Aliado en Europa, en caso de que Estados Unidos decidiera retirarse.
Esto no es un retorno al federalismo europeo ni siquiera una reactivación de las propuestas de defensa de la UE.
Es una reacción improvisada de los estados que ahora saben que ya no pueden confiar en Washington.
¿Dónde se invertirá el nuevo capital?
Un efecto visible del despertar estratégico de Europa es el aumento de la inversión pública.
Se espera que el plan de infraestructura y defensa de Alemania, de 500.000 millones de euros, aumente el PIB durante la próxima década.
Empresas de defensa como Rheinmetall y el fabricante de misiles MBDA han informado de un aumento de los pedidos.
Las acciones de la zona euro han subido un 12% desde la segunda toma de posesión de Trump el 20 de enero, mientras que las acciones estadounidenses han bajado casi en el mismo periodo.
Por primera vez en casi un año, los economistas han elevado las previsiones de crecimiento de la eurozona para 2026 del 1,2% al 1,3%.
La actividad fabril también está repuntando, con el crecimiento empresarial de la zona euro alcanzando su máximo en siete meses en marzo.
Pero este impulso se enfrenta a límites reales.
Las debilidades de Europa van a ser persistentes. Los altos costes energéticos, los mercados internos fragmentados y la burocracia regulatoria son prioridades máximas.
Hay flujo de dinero, pero los cuellos de botella están en la absorción y la ejecución.
Gran parte de la financiación para defensa e infraestructura tardará años en materializarse.
Y aunque Rheinmetall o Strabag puedan prosperar en 2025, las siderúrgicas y las pymes tendrán dificultades con la burocracia y la volatilidad energética.
El comercio y la incertidumbre siguen planeando sobre todo.
La economía europea, impulsada por las exportaciones, tiene otro problema que le preocupa: una guerra comercial inminente.
El 2 de abril, Estados Unidos impondrá nuevos aranceles a los productos europeos.
El BCE estima que un arancel del 25% podría reducir la producción de la zona euro en 0,3 puntos porcentuales en el primer año.
Si Europa toma represalias, el impacto podría duplicarse.
La incertidumbre comercial ya está paralizando algunas inversiones.
Los índices que rastrean el riesgo político, las interrupciones comerciales y la confianza de los inversores se han disparado a máximos históricos.
Ejecutivos de los sectores manufacturero y financiero afirman que están posponiendo las decisiones a largo plazo hasta tener una visión más clara de la dirección que tomará la política estadounidense.
Esa claridad puede que no llegue pronto, quizás por una razón.
¿Es una respuesta de emergencia?
Algunos llaman a este momento un despertar europeo.
Algunos incluso lo describen como un punto de inflexión. Pero hay una diferencia entre la planificación estratégica y verse obligado a actuar.
Europa no tiene una visión a largo plazo. Está reaccionando a un abandono repentino.
Y si bien el ritmo de los anuncios es impresionante, con más gasto, nueva cooperación y un lenguaje más firme, los cimientos son inestables.
La UE todavía no puede actuar como una sola entidad en política exterior. La OTAN, aunque sigue intacta, podría perder su estructura de mando si Estados Unidos se retira.
Y aunque el E5 avanza rápidamente, excluye a actores clave de la defensa europea: los países nórdicos, los bálticos y los estados más pequeños con capacidades significativas.
También está el asunto del apoyo público.
La mayoría de los votantes europeos siguen oponiéndose a los grandes presupuestos de defensa.
Los gobiernos aún no están siendo honestos sobre el coste real de una verdadera autonomía.
El cambio más importante en la relación entre EE. UU. y Europa no tiene que ver con los presupuestos.
Se trata de identidad.
Los mensajes de Signal filtrados no solo se burlaban del gasto militar europeo, sino que revelaban un desprecio absoluto.
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