
Ahora que el PP ha abjurado del marianismo, de sus pompas y sus obras, es un buen momento para reconocer algunas virtudes de nuestro penúltimo presidente del Gobierno. Por ejemplo, su oratoria, baste compararlo con su sucesor. Por ejemplo, su dominio del mutis. Ambas se dieron cita en el discurso del viernes, que a mí me pareció magnífico. La mayor parte de los columnistas españoles le han afeado la ausencia de autocrítica, pero eso es porque parten de la errónea creencia de que autocriticar es en España un verbo reflexivo, cuando en realidad es transitivo.