
Durante ochenta años, Europa ha dependido de Estados Unidos como su garante último de seguridad. Esa era ha terminado.
El secretario de Defensa de EE. UU., Pete Hegseth, ha dejado claro que las tropas estadounidenses no permanecerán en Europa para siempre.
La administración de Donald Trump está negociando directamente con Rusia, marginando a Ucrania y a los aliados europeos.
Los cimientos de la OTAN se están debilitando, y Washington ahora se centra en China.
A Europa ahora solo le quedan dos opciones.
O se despierta y asume la responsabilidad de su defensa, o corre el riesgo de verse desprevenida en una nueva era de cambios en el equilibrio de poder global.
¿Puede Europa sobrevivir sin Estados Unidos?
Durante décadas, los líderes europeos han dado por sentado que el poder militar estadounidense siempre los protegería.
Esa suposición ahora se está demostrando falsa.
La administración Trump está cuestionando abiertamente el papel de la OTAN, indicando que el principal interés de Estados Unidos radica en el Indo-Pacífico, no en Europa.
Tras el giro de Trump hacia Rusia, Washington ha dejado claro que las naciones europeas deben proporcionar la mayor parte del apoyo militar a Ucrania en el futuro.
La ayuda estadounidense a Kiev ahora es incierta y los líderes del país saben que tienen la sartén por el mango en las negociaciones.
Si Europa no interviene, Ucrania podría colapsar, y el apetito expansionista de Rusia no hará más que aumentar.
Estados Unidos también ha declarado que las protecciones del artículo 5 de la OTAN, que constituyen el núcleo de la defensa colectiva, podrían no aplicarse si los países europeos envían fuerzas a Ucrania después de la guerra.
Esto no se trata solo de Trump. Estados Unidos se enfrenta a una China en ascenso con cuatro veces su población y una capacidad de fabricación superior.
Washington no puede permitirse el lujo de centrarse tanto en Europa como en el Pacífico.
Los futuros presidentes estadounidenses, independientemente de su partido, probablemente apoyarán la misma idea de que Europa ya no es la prioridad.
Rusia no es tan débil como Europa espera.
Tres años después del inicio de la guerra en Ucrania, Rusia ha sufrido grandes pérdidas, pero se ha adaptado.
Su economía está creciendo, impulsada por el comercio con China, India y otros socios no occidentales.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) informa que la economía rusa superó el crecimiento de las naciones del G7 en 2023 y 2024.
Las sanciones no han paralizado al Kremlin; Moscú ha encontrado maneras de eludirlas.
Más preocupante es la capacidad de Rusia para sostener la guerra.
Ha anexado cinco regiones ucranianas y está consolidando su control.
Continúa produciendo grandes cantidades de armas, aprovechando los menores costes internos y las economías de escala de tiempos de guerra.
Si Ucrania cae, Rusia no se detendrá.
Se adentrará aún más en Europa del Este, poniendo a prueba los límites de la OTAN.
Europa no puede permitirse el lujo de esperar a ver qué pasa después.
El ejército europeo no está preparado para un mundo posterior a Estados Unidos.
Europa tiene los recursos para defenderse, pero carece de preparación.
La Unión Europea y el Reino Unido tienen una población combinada de más de 500 millones de habitantes, más del triple que la de Rusia.
Sus economías, combinadas, superan a la de Rusia en más de diez veces.
Sin embargo, sus ejércitos siguen fragmentados, con escasos recursos y mal coordinados.
A pesar de contar con más de dos millones de efectivos uniformados, la mayoría de las fuerzas europeas no están preparadas para el combate.
El gasto en defensa ha sido bajo durante décadas, dependiendo del paraguas de seguridad estadounidense.
Si bien algunos países, como Polonia, han dado un paso adelante comprometiendo el 5% del PIB a la defensa, las principales economías como Alemania y Francia siguen rezagadas.
El presupuesto militar total de Europa, de 338.000 millones de dólares, puede parecer elevado, pero si se ajusta por el poder adquisitivo, es aproximadamente equivalente al de Rusia. Peor aún, el gasto europeo es ineficiente.
A diferencia de Rusia, que produce en masa material militar barato y eficaz, la industria de defensa europea está dispersa por múltiples naciones, cada una con sus propias políticas de adquisición e ineficiencias burocráticas.
Si Europa quiere disuadir a Rusia, debe solucionar estos problemas ahora.
Esto significa un mayor gasto militar, la creación de una estructura de mando unificada y garantizar que las fuerzas europeas puedan luchar juntas eficazmente.
La debilidad económica alimenta la vulnerabilidad militar.
El declive del poder económico de Europa es otra gran preocupación.
El PIB per cápita del continente se ha estancado mientras que el de EE. UU. ha aumentado considerablemente.
La producción industrial de Alemania ha estado en declive desde antes de la guerra de Ucrania.
La dependencia energética sigue siendo una vulnerabilidad estratégica. En 2024, la UE gastó 22.000 millones de euros en petróleo y gas rusos, más que su ayuda financiera a Ucrania.
Si Europa quiere mantener su poderío militar, necesita una reforma económica centrada en tres áreas clave.
En primer lugar, deben eliminarse las barreras comerciales internas dentro de la UE, permitiendo que los bienes, los servicios y el capital fluyan libremente y creando un mercado verdaderamente unificado que apoye la expansión industrial y tecnológica.
El sector tecnológico, particularmente la IA y la tecnología de defensa, debe desregularse y expandirse, permitiendo a las empresas europeas competir globalmente sin verse asfixiadas por una burocracia excesiva.
Lo más importante es que Europa debe poner fin a su dependencia de fuentes de energía externas invirtiendo fuertemente en energía nuclear, energías renovables y almacenamiento en baterías, garantizando la seguridad energética a largo plazo y reduciendo la influencia que las potencias extranjeras, en particular Rusia, ejercen sobre el continente.
Un ejército europeo es ahora una necesidad.
La idea de un ejército europeo común se ha debatido durante décadas, pero nunca se ha tomado en serio.
Ahora, debe convertirse en una realidad. Si la OTAN se debilita, Europa necesita su marco militar.
Un ejército europeo no reemplazaría a las fuerzas nacionales, sino que proporcionaría una capacidad unificada de respuesta rápida, garantizando que Europa pueda actuar de forma independiente si es necesario.
Para que esto suceda, Europa debe empezar por unificar las adquisiciones de defensa.
En lugar de comprar armas a Estados Unidos, debe reconstruir su base militar-industrial.
La estandarización de equipos, formación y logística entre los Estados miembros permitirá a las fuerzas europeas funcionar como una sola entidad.
Debería crearse una fuerza de reacción rápida permanente de la UE, siguiendo el modelo de las estructuras existentes de la OTAN.
También es necesario un disuasivo nuclear europeo común.
Francia y el Reino Unido deben ampliar sus arsenales, mientras que Alemania y Polonia deberían desarrollar sus capacidades nucleares.
Sin la protección estadounidense, Europa debe asegurarse de contar con el elemento disuasorio definitivo contra la agresión rusa.
Europa ya no es un observador pasivo en los asuntos globales.
Estados Unidos se está retirando, Rusia está avanzando y el mundo se está volviendo más inestable.
Si los líderes europeos no actúan, corren el riesgo de ver cómo la historia se repite: un continente dividido, débil y vulnerable a las fuerzas externas.
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