
La Reserva Federal ha reducido su tasa de interés de referencia en un 1% desde septiembre de 2024, con el objetivo de dar un respiro a la economía estadounidense después de los anteriores aumentos agresivos.
Sin embargo, el rendimiento del bono del Tesoro a 10 años, un factor clave en los costos de endeudamiento, ha subido al 4,80%, su nivel más alto desde 2023.
Esta aparente desconexión indica cómo las fuerzas del mercado, las expectativas económicas y las políticas fiscales dan forma a las tasas de interés a largo plazo más allá del control directo de la Fed.
Una instantánea de la inflación y las tasas
Los datos recientes de Estados Unidos son una mezcla. El Índice de Precios al Consumidor (IPC) de diciembre mostró que la inflación subyacente, que excluye los volátiles precios de los alimentos y la energía, aumentó solo un 0,2% mes a mes.
Se trata de una caída del 0,3% respecto a la lectura de noviembre. En términos anuales, la inflación subyacente se redujo al 3,2%, lo que marca la primera caída significativa en seis meses y aumenta las esperanzas de progreso hacia el objetivo del 2% de la Fed.
Sin embargo, la Reserva Federal aún no está satisfecha. Las actas de la reunión de diciembre revelan preocupaciones entre los responsables de la formulación de políticas sobre la inflación persistente y las incertidumbres que rodean las políticas fiscales, comerciales y regulatorias.
Los funcionarios de la Fed han reducido sus proyecciones de recortes de tasas en 2025, reduciendo las expectativas de cuatro recortes a dos, citando la probabilidad de que la inflación pueda permanecer elevada más tiempo de lo previsto.
¿Por qué están aumentando los rendimientos del Tesoro?
El aumento del rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años está arraigado en el comportamiento prospectivo del mercado.
Los inversores determinan los rendimientos en función de las expectativas de inflación, crecimiento económico y riesgos de política fiscal.
Si bien la Fed controla las tasas a corto plazo, las tasas a más largo plazo, como el Tesoro a 10 años, son una medida del sentimiento más amplio del mercado.
Un factor significativo es la sorprendente resiliencia de la economía estadounidense. Los datos de empleo de diciembre fueron sólidos, con 256.000 nuevos puestos agregados, y la tasa de desempleo bajó levemente al 4,1%.
Esta fortaleza reduce la necesidad percibida de una relajación monetaria agresiva, lo que lleva a los inversores a ajustar al alza sus perspectivas de inflación y crecimiento a largo plazo.
Las políticas fiscales del presidente Donald Trump también están influyendo en los rendimientos. Sus propuestas de recortes de impuestos y mayores aranceles podrían aumentar las presiones inflacionarias y al mismo tiempo elevar la deuda gubernamental.
Esto genera preocupaciones sobre la sostenibilidad fiscal, lo que lleva a los inversores a exigir mayores rendimientos por la tenencia de bonos a largo plazo.
A estas presiones se suma el reciente cambio del Tesoro de Estados Unidos hacia el endeudamiento a corto plazo, que ha reducido la oferta de bonos a largo plazo, creando una mayor presión al alza sobre los rendimientos.
Otra capa es el término prima: el rendimiento adicional que los inversores exigen para asumir riesgos a largo plazo. Después de años de ser negativo, el término prima se encuentra ahora en su nivel más alto en una década, lo que refleja la creciente incertidumbre sobre las perspectivas económicas.
Este empinamiento de la curva de rendimientos es una señal de que el mercado de bonos está valorando mayores riesgos a largo plazo, incluso cuando las expectativas de inflación se mantienen relativamente estables en el corto plazo.
A nivel mundial, este fenómeno no se limita a Estados Unidos, los bonos europeos se acercan a sus máximos de rendimiento de finales de 2023 y los bonos del gobierno japonés han subido a niveles no vistos desde 2011.
Esta revalorización global del riesgo a largo plazo podría indicar una preocupación más profunda en los mercados de bonos, quizás señalando el fin de la era post-Volcker de rendimientos estables y en descenso.
¿Qué piensan los funcionarios de la Fed?
Los funcionarios de la Fed siguen divididos sobre el momento y la magnitud de los futuros recortes de tasas.
El gobernador de la Reserva Federal, Christopher Waller, sigue siendo “dovish”, lo que sugiere que los datos favorables de inflación podrían conducir a recortes adicionales en la primera mitad de 2025.
Señaló que marzo podría ver un recorte si persisten las recientes tendencias desinflacionarias. Sin embargo, también advirtió que si la inflación sigue siendo obstinada, las reducciones de tasas podrían limitarse a una o dos para el año.
El presidente de la Reserva Federal de Nueva York, John Williams, se inclina más hacia el lado “halcón”, afirmando que si bien la desinflación está progresando, lograr el objetivo de inflación del 2% de la Fed llevará tiempo.
Destacó las incertidumbres en torno a las políticas fiscales y comerciales como los principales riesgos para las perspectivas económicas.
De manera similar, el presidente de la Reserva Federal de Richmond, Tom Barkin, subrayó la necesidad de políticas restrictivas para frenar completamente la inflación, incluso cuando los datos recientes mostraron avances.
Sentimiento de los inversores e implicaciones del mercado
La desconexión entre los recortes de tasas de la Fed y el aumento de los rendimientos a largo plazo ha desatado un debate entre inversores y economistas.
Los operadores ahora están valorando el primer recorte completo de tasas para julio, con expectativas de reducciones de alrededor de 40 puntos básicos para el año.
Sin embargo, muchos analistas advierten que este optimismo puede ser prematuro. La mayoría cree que probablemente pasarán varios meses de una mejora constante de la inflación antes de que la Fed considere acelerar el ritmo de recorte de tasas.
Mientras tanto, los sólidos datos del mercado laboral han aliviado los temores de una fuerte desaceleración económica. El crecimiento salarial, las tasas de contratación y otras métricas de empleo sugieren que las políticas de la Fed están frenando la economía sin desencadenar un sobrecalentamiento.
La divergencia entre la política de la Fed y el comportamiento del mercado pone de manifiesto la importancia de la flexibilidad en el entorno actual.
La inflación persistente o los cambios fiscales inesperados podrían prolongar la incertidumbre, lo que hace que la diversificación entre clases de activos y geografías sea esencial.
Para los inversores en bonos, esta es una oportunidad poco común para reevaluar las estrategias de duración.
Con los rendimientos de los bonos del Tesoro a 10 años en máximos de varios años, fijar rendimientos más altos en bonos a largo plazo puede proporcionar estabilidad y retornos atractivos.
Sin embargo, los bonos de menor duración pueden seguir siendo una opción más segura para aquellos que temen la inflación o los shocks fiscales a mediano plazo.
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