El hambre empujó a Marina y Angélica a salir a trabajar cuando aún eran unas niñas. Una haciéndose pasar por niño para poder limpiar las botas de los señores más adinerados de la ciudad. La otra vendiendo bolsas en el mercado para aquellos que pueden llenarlas. Sus historias son solo dos ejemplos de las vidas de miles de niños trabajadores de Bolivia que viven bajo el umbral de la pobreza.