
Durante décadas, la economía australiana fue un modelo de resiliencia y prosperidad, uno que el resto del mundo envidiaba.
Evitó la recesión durante la crisis financiera de 2008, registró un crecimiento ininterrumpido durante 28 años y mantuvo uno de los niveles de vida más altos del mundo.
Pero hoy, las cosas se ven muy diferentes. La economía se está desacelerando, lastrada por la baja productividad, el alto coste de vida y una ventaja competitiva que se desvanece.
Las recientes reducciones de los tipos de interés por parte del Banco de la Reserva de Australia (RBA) pueden ayudar a corto plazo, pero en última instancia, no serán suficientes.
La historia es sencilla: Australia debe afrontar sus debilidades económicas de frente o arriesgarse al estancamiento.
El país tiene una gran oportunidad de convertirse en una potencia de innovación de alta tecnología o podría seguir dependiendo de las volátiles exportaciones de recursos y del crecimiento impulsado por la población.
¿Por qué se está desacelerando la economía de Australia?
El crecimiento económico ha perdido impulso. En 2024, el PIB de Australia creció solo un 0,8%, quedando rezagado detrás de la expansión del 3,1% en Estados Unidos y del 1% en la Unión Europea.
Algunos analistas sugieren que sin el crecimiento de la población impulsado por la inmigración, la economía australiana estaría en recesión, ya que el PIB per cápita ha disminuido durante siete trimestres consecutivos.
La inflación se disparó al 7,8% a fines de 2022, pero los salarios no han logrado mantenerse al día. Los salarios reales siguen siendo casi un 5% por debajo de los niveles anteriores a la pandemia, lo que deja a los hogares bajo presión.
La vivienda también muestra grietas. El país enfrenta un déficit de más de 100.000 viviendas para 2027, lo que hace que los precios y los alquileres se disparen.
Muchos jóvenes australianos han renunciado por completo a la idea de comprar una casa. Con el aumento de las cuotas hipotecarias y el débil crecimiento salarial, la renta disponible está bajo presión.
¿Se está preparando el RBA para un cambio de política?
Para aliviar las presiones financieras, el Banco de la Reserva de Australia (RBA) recortó los tipos de interés por primera vez en más de cuatro años, reduciendo el tipo de interés oficial al 4,1 por ciento.
La decisión era esperada, pero la gobernadora Michele Bullock rápidamente descartó las esperanzas de un ciclo de flexibilización agresivo.
Advirtió contra la expectativa de recortes sucesivos, dejando claro que nuevas reducciones dependerían del progreso de la inflación y de los datos económicos.

La reacción del mercado fue rápida. Las acciones cayeron, los rendimientos de los bonos subieron y los operadores redujeron sus expectativas de recortes de tipos.
Muchos habían anticipado al menos dos recortes más este año, pero ahora están considerando solo uno.
La reducción de la tasa de interés puede aliviar a los titulares de hipotecas, pero no resuelve los problemas más profundos de Australia.
Está claro que la asequibilidad de la vivienda es un problema de oferta, no solo de financiación.
El fuerte gasto público, particularmente en un año electoral, está complicando los esfuerzos para controlar la inflación.
Lo más importante es que los recortes de las tasas de interés hacen poco para solucionar el mayor desafío del país: la disminución de la productividad.
Por qué Australia se está quedando atrás en innovación
Australia está luchando por competir en la economía del conocimiento global. Según un informe reciente, ocupa el puesto 24 en el Índice Mundial de Innovación, una caída pronunciada desde el puesto 12 en 2017.
Mientras otras economías avanzadas invierten fuertemente en investigación y tecnología, Australia se está quedando atrás.
El gasto en investigación y desarrollo se sitúa en apenas el 1,68 por ciento del PIB, muy por debajo del promedio de la OCDE del 2,7 por ciento.
A diferencia de Estados Unidos, donde la industria financia casi el 80 por ciento de la I+D, las empresas australianas contribuyen poco más del 50 por ciento.
Sin una fuerte inversión del sector privado, las innovaciones revolucionarias tienen dificultades para alcanzar una escala comercial.
Las universidades producen investigaciones de primer nivel, pero el sistema prioriza las publicaciones académicas sobre la comercialización.
Hay pocos incentivos para que los investigadores conviertan sus ideas en negocios. El capital de riesgo sigue subdesarrollado, lo que dificulta que las nuevas empresas tecnológicas se expandan a nivel nacional.
Como resultado, muchas innovaciones australianas prometedoras se comercializan en el extranjero.
El gobierno debe actuar con decisión. El gasto en I+D debe aumentarse a por lo menos el 3 por ciento del PIB, con incentivos específicos para atraer inversión privada.
Las universidades deberían recompensar la comercialización junto con las métricas de investigación tradicionales.
Debe fortalecerse la colaboración entre la industria y la academia, asegurando que la investigación de vanguardia encuentre aplicaciones en el mundo real.
¿Cuál es el camino a seguir para Australia?
Durante demasiado tiempo, la economía australiana ha dependido de dos motores principales: las exportaciones de recursos y el crecimiento demográfico a través de la inmigración.
Si bien ambos han contribuido al éxito pasado, ninguno de los dos constituye un motor de crecimiento sostenible para el futuro.
El sector minero, aunque sigue siendo fundamental, está expuesto a shocks externos. China, el mayor socio comercial de Australia, está desacelerándose.
El cambio hacia la energía verde y la automatización está reduciendo la demanda de materias primas tradicionales. Confiar únicamente en las exportaciones de recursos es una apuesta peligrosa.
La inmigración ha enmascarado las debilidades económicas subyacentes al impulsar los números del PIB, pero no puede impulsar ganancias de productividad a largo plazo.
Sin inversión en habilidades, infraestructura e innovación, la inmigración por sí sola no crea riqueza, simplemente la redistribuye.
Se necesita un nuevo modelo económico. El gobierno debe centrarse en el crecimiento de la productividad, no solo en el estímulo a corto plazo.
Esto requiere una reforma fiscal para incentivar la inversión empresarial, un gasto en infraestructura específico para apoyar a las industrias emergentes y un renovado énfasis en la educación STEM.
Se deben priorizar los sectores impulsados por la tecnología, incluyendo la IA, las energías limpias y la manufactura avanzada.
Australia tiene el talento y la capacidad de investigación para liderar en estas áreas, pero carece de la dirección política y los mecanismos de financiación para convertir el potencial en realidad.
Australia tiene todo lo que necesita para seguir siendo un líder económico mundial. Cuenta con una fuerza laboral altamente educada, un sistema político estable y abundantes recursos naturales.
Pero sin una acción inmediata, corre el riesgo de caer en el estancamiento.
El recorte de tasas de la RBA apunta al comienzo de un cambio de política, pero las tasas de interés por sí solas no pueden impulsar un crecimiento sostenible.
El gobierno debe complementar la flexibilización monetaria con reformas estructurales.
La productividad debe ser el eje central de la política económica. La innovación debe priorizarse sobre las soluciones a corto plazo.
Las empresas, las universidades y el gobierno deben trabajar juntos para construir una economía impulsada por el conocimiento que sea competitiva en el escenario global.
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