
La decisión del tribunal de Schleswig-Holstein de autorizar la entrega a España del prófugo Puigdemont tiene un sabor agridulce al limitarla a la malversación, no a la rebelión o sedición. Hay una cierta justicia poética en que se le reconozca la condición de justiciable en tanto que chorizo o mangante, pero se le ampare en tanto que rebelde o sedicioso.